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Amores tan cobardes, que no llegan a historia...


Sol era una chica intrépida, jocosa, llena de vida. Con ese brillo en sus ojos que atrapaba las miradas de quienes la veían. Tenia el titulo de ser "el alma de la fiesta". Era esa alma libre difícil de encerrar. De esas que han pasado procesos fuertes en la vida y saben el precio que pagaron por sus alas. Alas; que nunca dejaría las pudieran cortar. 

Eduardo se encontró con Sol por casualidad o Diosidencia, no lo sé; lo único que me quedó claro fue que desde que la vio no pudo dejar de mirarla más, ni dejar de preguntarse si había algo más en ella que una simple cara bonita.  Sol tenía ese aura de misterio difícil de descifrar; misterio que intrigó a Eduardo. Aquel chico soñador, de esos con convicciones fuertes y arraigadas bien a lo profundo de su ser. De esos que son determinados y disciplinados en cada cosa que emprenden, bueno; por lo menos en otras áreas de su vida que no eran el amor. 

Cuando Sol y Eduardo hablaron por primera vez, esa tarde lluviosa de invierno en casa de Marcelo amigo en común de ambos, se apasionaron perdidamente. A partir de allí comenzaron a vivir un gran amor. Cada uno en su cabeza. No podían sacarse el uno al otro de sus pensamientos. No podían dejar de pensar en esa sonrisa y en esa manera de mirar del uno y el otro. No podían dejar de pensar en ese nuevo momento que la vida les volviera a permitir verse otra vez. Soñaban con esa primera salida juntos, con esa caminata por la playa, con ese primer viaje que harían juntos, y más fuerte aún, con el día en el que pudieran decirse lo que sentían el uno por el otro; día que anhelaban los llevara a estar juntos para siempre, o por lo menos eso deseaban, cada uno en su cabeza.

Pasaban las semanas y crecía entre ellos un hermoso sentimiento aún sin el uno y el otro saberlo; Eduardo no podía evitar salírsele una que otra sonrisa cuando veía a Sol ser tal cual era en medio de las personas que los rodeaban. Su personalidad risueña y su porte eran cosas que le fascinaban. Era como si la sola presencia de ella en aquel lugar, lo hiciera sentirse parte de su vida, aunque fuera desde la otra acera. 

Sol a su vez, admiraba la manera en la que Eduardo la trataba, la sabiduría que tenía y como podía durar horas conversando con él sin que faltara un tema que tratar. Sin embargo, esto no era suficiente. Había una necesidad, un deseo de cruzar la linea que los separaba. Pero la realidad era que hasta ese momento faltaba algo determinante en los dos: Voluntad y Osadia.

En sus cabezas habían entendido y se habían dado cuenta que eran el uno para el otro, solo que no sabían como llevarlo a la realidad. El temor al que dirán, al que no fuera una decisión correcta, a que solo fuese algo pasajero, los paralizaba. 

Un día decidieron salir juntos para compartir, pero realmente el anhelo de ambos era de aprovechar la ocasión para poder armarse de valor y hablar con libertad de lo que sentían el uno por el otro. Sin embargo, no sucedió. Todo el tiempo que estuvieron juntos se la pasaron luchando con sus pensamientos de si era correcto o no tocar el tema. ¡ Al final nunca pudieron decirse lo que significaban para el otro!

Hoy, ambos viven así... separados, Sol finge que es feliz, y Eduardo no consigue disimular su tristeza.

Sol arde de amor por Eduardo y él vive en las tinieblas de su añoranza. El, al ver su perdida, o mejor dicho, su incompetencia para expresarle a Sol lo que sentía, se rindió y al cabo de un tiempo rehízo su vida, con una de esas chicas que parecen ser buena opción, pero no hacen arder su alma y corazón. De esas que te representan ante la sociedad, pero no en el corazón. De esas que te hacen sentir comodo, pero te dejan sin la sensación de desafiarte a ti mismo. Aún hoy, no sale de su cabeza la pregunta ¿Qué hubiese pasado si...?, Aún Eduardo no ha podido olvidar el brillo de la mirada de Sol.

Ella por su parte, decidió partir hacia otro lugar, para dejar todo este enredo atrás. Dejar atrás todo aquello que parecía llegar a ser, pero que al final no fue. Sin embargo, no lograba tampoco sacar de su cabeza la pregunta ¿Qué hubiese pasado si...? 

Sol y Eduardo no eran nada. No tenían que serlo. No habían lazos, ni había un para siempre; no había celos ni tampoco promesas de amor. Eran sólo él y ella.

Eran todo en tan poco, pero a la vez eran nada.

Al final, la cobardía fue más fuerte que su amor. Aún más fuerte que el anhelo de dos corazones de estar juntos para toda la vida.

Y así han vivido, "siguiendo sus vidas" pero con la duda y la culpa de no haber tenido el valor de sacar lo que había en sus corazones y saber qué hubiese pasado si... 

“...La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes. Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan allí.  Ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar...” (Estrofa de canción de SilvioRodríguez). 

FIN.

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